El Gobierno acaba de dar luz verde a la Ley de Cambio Climático y
Transición Energética. Es una buena noticia. Se inicia ahora un
proceso para mejorarla en el ámbito parlamentario. Y hay mucho que
mejorar. El proyecto de ley recoge compromisos e intenciones que ya
están en otros documentos: desde las diferentes estrategias contra
el cambio climático de distintas autonomías a los propios
documentos del Ministerio de Transición Ecológica como, por
ejemplo, los planes de Energía y Clima o de Adaptación al Cambio
Climático.
La reducción de
emisiones que se propone (un 20% en los próximos diez años) no
llega a las demandas europeas pero, además, resulta difícil de
creer ya que en los últimos 30 años las hemos visto crecer un 8% y,
esto, considerando las bajadas que se dieron en los años de crisis.
También llama la
atención la importancia que se da a la Transición Energética, que
indudablemente la tiene, sin apuntar a una realidad que se nos
impondrá en breve y por la vía de los hechos: no solo se deben
modificar las fuentes energéticas sino que tenemos que vivir con
menos energía. La ley se pone de perfil ante esta realidad. Por eso,
por citar una evidencia, se pretende dar la sensación de que la
movilidad no debe cambiar tanto, que pasando de coches de gasolina o
gasóleo a coches eléctricos, todo resuelto. No será así.
La ministra de Transición Ecológica y vicepresidenta 4ª, Teresa Ribera (foto EFE)
Con las referencias
a la aviación o al transporte marítimo pasa parecido. Se espera que
se amplíe el uso de los biocombustibles en los aviones y que haya
combustibles menos contaminantes en los barcos. Ambicioso, ambicioso,
no parece. Yo creo que no es ni realista.
La lucha contra el
Cambio Climático nos obliga a un nuevo paradigma vital, a un nuevo
modelo económico, productivo y social. A medir la bondad o maldad de
lo que hacemos mucho más allá del PIB. Y no es ese el espíritu que
emana del proyecto del Gobierno.
Si no rehuimos el
PIB como indicador no hay nada que hacer. El aumento del PIB es
siempre a costa de la naturaleza y la naturaleza es nuestra medicina,
cuando la perjudicamos perdemos la salud.
Los expertos
mantienen que de aquí a 2080 casi el 60% de las especies pierden su
hábitat. La duda es saber si nosotros estaremos entre ellas o aún
tendremos un poco más de tiempo.
El proyecto de ley del Gobierno, ciertamente, debería ser más
ambicioso pero, sobre todo, sería necesario que concretara el cómo
de la transformación que necesitamos de manera urgente: cómo vamos
a limitar la depredación de recursos, cómo vamos a modificar la
construcción de infraestructuras y la ocupación del territorio,
cómo vamos a relocalizar las producciones y reducir los circuitos
comerciales, cómo vamos a repartir el empleo y cómo vamos a vivir
con menos energía.