Quizás lo
entendimos mal, quizás es culpa nuestra por confiados, seguramente
el lema de la COP25 de Madrid, “Tiempo de actuar”, no se refería
a la necesidad de pasar de las palabras a los hechos, sino que tomaba
la acepción de “actuar” en el sentido de “ofrecer un
espectáculo ante el público”, y eso ha sido, puro teatro.
Los gritos de la
calle parece que no han llegado a los despachos blindados donde los
gobiernos negociaban patrocinados por múltiples oligopolios que no
solamente pagan las cuentas sino que también escriben los guiones.
Ni se han acordado compromisos más ambiciosos de recorte de emisiones, ni se han fijado
calendarios más estrictos para controlarlos, ni se han
cerrado las ayudas a los países más pobres, ni se han mejorado (si
es que eso es posible) los mercados de carbono. En definitiva, mucho
ruido y cero nueces.
Podemos seguir
reflexionando sobre por qué estas Cumbres van de decepción en
decepción, podemos continuar denunciando que los diagnósticos están
muy bien pero que no hay manera de concretarlos en acciones, podemos
decir una y mil veces que estamos de acuerdo en lo que hay que hacer
pero que, luego, nadie lo hace. Podemos repetir este mantra sin cesar
o, casi mejor, ir al meollo dela cuestión. ¿Y cual es el meollo? En
mi opinión que la concreción de las medidas para detener las
emisiones significan la voladura del capitalismo… Y eso sí que no.
El planeta, en
realidad, nuestra vida en él, quien se lo está cargando es el
sistema de producción capitalista, así que es él o la humanidad
entera y, por ahora, va ganando él. Gana el capitalismo por más que
su avance sea un inmenso suicidio colectivo. Sí , por no acabar con
el capitalismo, acabaremos con todo.
No habrá hechos
contra la emergencia climática más allá de los gestos, tan loables
como insuficientes, de la ciudadanía hasta que los gobiernos
impongan un verdadero proceso de transición ecológica que es tanto
como decir un abandono del capitalismo productivista hacia un modelo
económico decrecentista de prosperidad compartida. Hasta ese día seguiremos
acumulando decepciones y nuestra vida en el planeta cada vez será
más peligrosa y más incierta. Vamos camino de una nueva era que
puede estar más o menos organizada si la dirigen los gobiernos
pensando en el interés general o puede ser cruel si se hace según
los tiempos y los criterios de las grandes corporaciones.
Sabemos que la
etiqueta de “malos de la película”, los boicoteadores de los
acuerdos, la llevan Brasil, EEUU, Rusia, China, Arabia Saudí y algún que
otro país más. Me parece una distinción un poco simple,
para tranquilizar conciencias. Si la realidad fuera esa,
los demás tendrían que estar ya trabajando en un diseño del mundo
a dos velocidades, donde aquellos que sí creen en la emergencia
climática se organizaran para dejar fuera a estos “malos” y
penalizar su acción en los mercados. Bienvenidos sean los líderes
políticos capaces de iniciar un proceso así.
En definitiva, y
como aquella famosa frase que se atribuye a un asesor de Bill
Clinton, “es la economía, estúpidos”. La economía nos condena,
por ella tenemos que escapar.
(Foto: AFD)
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