Ahora que aterrizamos en tiempos de elecciones (Fallas mediante) y que, por decisión del president Puig, las municipales de València se separan de las Autonómicas, se me ocurren una serie de preguntas sobre el puerto de la ciudad.
Si el Estado pudo
encontrar 50.000 millones de euros para salvar a los bancos, mucho más sencillo
resultará dar con 160 para compensar al Puerto de València por los terrenos de
huerta donde, pese a haber sido revocado por judicialmente, pretende construir
un gran almacén de contenedores, ¿no les parece? Además, estamos hablando de
“Puertos del Estado”, un entidad pública. ¿Qué problema puede haber para que
una entidad pública, y más en tiempos de gobiernos progresistas, entienda que
el interés general está por delante de su negocio? No hay mayor negocio que dar
satisfacción a la ciudadanía, no puede haber mejor inversión que pensar en las
generaciones que han de venir, ¿o pensamos que el territorio nos pertenece a
nosotros? ¿Cómo va a estar su negocio portuario por delante de todo? ¿Dónde
radica la dificultad del Ministerio de Fomento para entender eso?
Joan Ribó (izq), alcalde de València, y Aurelio Martínez, presidente del Puerto (foto: AP).
¿Como se explica que
con gobiernos de progreso en Madrid, en la Generalitat y en el Ayuntamiento de
València se desaproveche la posibilidad de unir con un espacio de huerta y
sostenible el antiguo cauce del Turia convertido en pulmón verde con el Saler y
la Albufera? ¿Por qué se renuncia a ese corredor ecológico? En tiempos de
instituciones que se llenan la boca de sostenibilidad, ecología, alimentación
saludable, aire limpio, cambio climático y similares, ¿qué es lo que no se
entiende de lo reclaman los colectivos más comprometidos con esta histórica
reivindicación ciudadana? ¿Será posible que lo entendieran mejor los gobiernos postfranquistas
que renunciaron a convertir el río en una autopista y el Saler en una
macrourbanización que nuestros gobernantes de 2019? El que no lo entiende soy
yo que recuerdo perfectamente todo lo que los que hoy gobiernan decían de los
planes del PP que ahora ellos no se atreven a revertir.
(Foto DP)
Valencia es una
ciudad con puerto. Ser la ciudad del puerto es otra cosa: otra cosa bastante
peor. Creciendo, creciendo, ¿se pretende que el puerto acaba engullendo la
ciudad? ¿O solo a un par de barrios y eso afecta a tan pocos vecinos que no importa?
¿Hemos borrado de nuestra memoria a las 600 personas desalojadas? ¿Un Boluda
vale más que todos ellos? ¿Hemos olvidado lo que dijimos entonces? ¿Lo que hace
años nos escandalizaba lo vamos a resolver con un triste “qué se le va a
hacer”? ¿Vamos a pasar página de tantas amenazas sufridas, persecuciones, noches
sin dormir, lágrimas derramadas, de las balas de goma contra la firmeza de
tantas generaciones atadas a la tierra, de excavadoras haciendo desaparecer
nuestra historia. ¿Nos hemos olvidado del centenar de casas destruidas? ¿Y de
los 680.000 metros cuadrados de huerta arrasados? ¿Nadie recuerda eso? ¿Nadie
va a hacer por reconocerlo? ¿Ni las sentencias judiciales importan? ¿De qué
pasta están hechos quienes dicen que, pelillos a la mar, hechos consumados, la
historia, por más injusta que sea, no se puede reescribir? ¿Hay que aceptar que
las clases populares, las que no tienen despacho, ni chófer, ni una legión de
abogados, ni hilo directo con las instituciones, pierden siempre aunque ganen
los juicios? Sí, la ZAL fue derrotada en los tribunales. Derrotada. Y no una
vez sino dos; en 2013 y en 2015. Lo que dijeron que era urbanizable dejó de
serlo por decisión judicial. Después de muchos años de resistencia y sacrificio
de la gente de a pie, aquellos terrenos de huerta volvieron a ser “no
urbanizables de espacial protección. ¿Ni eso vale?
No, claro, vale lo
de crear empleo, como un mantra que todo lo puede. ¿Se creen de verdad que
todavía cuela lo de crear empleo? ¿Se creen que no sabemos que lo dicen los
mismos que animan siempre a los gobiernos de turno a que les faciliten los
despidos? Ya está bien de usar a los trabajadores como escudos humanos para
poder seguir mandando gobierne quien gobierne. ¿Nos toman por tontos? ¿A nadie
le sorprende que siendo los líderes en obras inútiles, grandes proyectos y
construcciones faraónicas seamos también los reyes del desempleo? No cuela. ¿No
será que la economía especulativa, de casino y depredadora del territorio es
también depredadora de personas?
Ciertamente nos
quieren tomar el pelo. Ahora resulta que no se puede paralizar la ejecución de
la ZAL porque, si no, el puerto se para, lo ahogamos. Qué mala memoria. Lo
mismo decían en 2002. Sí, en 2002. ¿No se acuerdan que las prisas por cargarse
la huerta era también al grito de que todo era muy urgente? Pues ya ven la
urgencia, han pasado 17 años y parece que el puerto no ha parado ni se ha
ahogado.
Mienten. Mucho.
¿Hemos olvidado que hace poco más de tres años el presidente del puerto,
Aurelio Martínez, estando ya en el cargo, decía que no era necesario que la ZAL
estuviera en La Punta? Más concretamente, ¿bromeaba Martínez cuando en agosto
de 2015 aseguraba que la ZAL estaría mejor en otros sitios? ¿O bromea ahora
cuando dice que quien no quiera ZAL que pague. ¿A qué parecen las palabras de
un alto directivo de una empresa multinacional deslocalizada? Pues no, son de
todo un servidor público al frente de un puerto de titularidad pública e
interés general. ¿Suena raro, no? Parece mentira, cuesta creer que sea verdad
todo lo que está pasando. Parece una pesadilla que después de los 25 años de
Rita Barberá despertemos y los buitres de la ZAL sigan sobre nuestras cabezas,
como si los cambios en las instituciones fueran simples recambios para tenernos
entretenidos. ¿Cuándo mienten? ¿Cuándo dicen la verdad? Quizás todo sean
simplemente verdaderas mentiras o mentiras de verdad.
1 comentario:
Con noticias como esta se pierde la esperanza en la política, estamos hartos de polític@s que prometen acciones valientes que apuestan por la protección y defensa del territorio y cuando llegan al poder justifican lo que antes criticaban, alguien dijo “abandonen toda esperanza” y en ocasiones veo con tristeza que tenía razón
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