La historia oficial mantiene que el feudalismo desapareció allá
por el siglo XVI. No es exacto, mejor dicho, no es cierto. El feudalismo sigue vivo. Claro que en una
versión más civilizada, más discreta y menos evidente pero sigue, ya les digo
yo que sigue. Hace 500 años dio un paso atrás pero fue para reorganizarse. Hoy como entonces se sigue respetando su sentido: no todos somos iguales ante la ley, por más que adaptemos sistemas de gobierno formalmente diferentes, una
minoría muy minoría manda sobre los demás independientemente de quien gobierne.
Viene todo esto a colación, ya lo pueden imaginar, de la
decisión del Tribunal Supremo de desdecirse y volver cargar sobre los bolsillos
de la ciudadanía el pago de los impuestos vinculados a la tramitación de las
hipotecas.
No sé que sucedió para que, anteriormente, unos jueces
sentenciaran que quien debe hacer frente a ese pago son los bancos. Tuvieron un
lapsus, está visto. Zafarrancho de combate, todas las fuerzas vivas de las
finanzas patrias pusieron el grito en el cielo, las llamadas a capítulo y los
contactos telefónicos sacarían humo y, sin disimulo y a cara descubierta, los
jueces vuelven a reunirse y ponen las cosas en su sitio: a pagar los
ciudadanos.
Tanta desfachatez impresiona. Es evidente que la Banca
española usa su dinero (el nuestro, incluidos los 60.000 millones de los
rescates) para comprar a quien hace las leyes y a quienes han de
interpretarlas.
Por si faltaba algo, durante los días de dudas sobre la
“última palabra” del Tribunal Supremo, no se privaron de avanzarnos que (la Banca
siempre gana, como en los garitos más oscuros) si perdían la sentencia tampoco
pasaba nada porque lo iban a repercutir en los clientes. O sea, te pongas como
te pongas te voy a joder. O como decía Eduardo Galeano, “nos mean y dicen que
llueve”.
Ayer, otra vez, ganó la Banca y perdió la gente; ganó el
feudalismo y perdió la democracia; ganó la minoría y perdió la mayoría.
Mayoría, esa es la cuestión. La mayoría está representada en
el Parlamento, luego debería ser allí donde se reaccionara y se legislara para
que estas cosas no puedan pasar. Pero no. Gobierne quien gobierne, manda ellos.
Un día vendrá alguien que les quitará la razón. Como ayer el
Tribunal Europeo de Derechos Humanos se la dio a Arnaldo Otegi y reconoció que se le
juzgo de manera injusta, como pasará con los presos políticos catalanes… pero
eso será más adelante. Mientras, todo sigue “como dios manda” y aquí que no se mueva nada. El territorio es su solar y nuestros
derechos su margen de negocio.
(Foto: Dani Duch)
(Foto: Dani Duch)