De
Parque Natural en Parque Natural. Si anteayer pasé el día en el de
Chera-Sot de Chera, ayer fue una jornada dedicada, de forma
prácticamente completa, a la Albufera.
Por
la mañana tuve una reunión con José Fortea y Enrique Bellido, de
la Comunidad de Regantes de Sueca. El tema, las obras de
revestimiento de una acequia de la zona de Sueca, la de las barracas
de Ribalmaig. Se trata de una canalización de 1'2 kilómetros que
debe pasar estimación de impacto ambiental, con los informes
correspondientes sobre la oportunidad y características de la obra.
En la Comunidad están preocupados por los plazos. No deben ser
largos. Lo que toca es perfilar bien el tipo de obra.
Aunque
la reunión era para hablar de la acequia, tocamos dos cuestiones
más. La primera, la quema de la paja del arroz; la segunda, los
niveles de agua del lago de la Albufera.
Sobre
la quema de la paja, ellos defienden la conveniencia de quemar el
conjunto de la paja que se genera en el entorno de la Albufera,
alrededor de 80.000 toneladas, en las más de 15.000 hectáreas de
cultivo. Es decir, hacer lo mismo que se hizo el año pasado.
Nosotros ya hemos repetido más de una vez que no será así, que la
quema masiva del año pasado no puede ni debe volver a repetirse.
Llevamos
un año, desde mi secretaria autonómica de Medio Ambiente y Cambio
Climático, buscando fórmulas para la retirada de la paja pero no ha
hay forma de que nadie asuma el coste del proceso. Las ayudas
agroambientales de la Unión Europea a los agricultores contemplan
precisamente pagos por no quemar y, sólo excepcionalmente, se podría
permitir la quema en caso, por ejemplo, de riesgos de sanidad vegetal
que los informes no corroboran.
Más
allá de la retirada, hay otras alternativas a la quema que son las
que, allí donde sean posibles, es necesario implementar: triturado,
«fangeig» o renovación del agua.
Así,
de cara al mes de octubre, la quema debe ser no la única posibilidad
sino la última posibilidad y, para los próximos años, dicha
posibilidad cada vez debe usarse menos. Todos debemos implicarnos en
la búsqueda de fórmulas que permitan la retirada de la paja porque
también supondrá un beneficio para todos. Los efectos contaminantes
de quemar tanta paja significan más de 2.000 toneladas de CO2 a la
atmósfera y un problema de salud importante para la población del
entorno de la Albufera.
En
definitiva, el objetivo de este año es quemar la menor cantidad de
paja posible. La quema que se debe hacer en octubre hay que limitarla
a las zonas más bajas del Parque que es donde más difícil resulta
que la paja llegue a secarse porque tienen mayores niveles de agua.
Además, la quema deberá ser controlada, no como el año pasado que
hubo muchos excesos.
Tenemos
todo el mes de agosto para concretar exactamente el sistema, las
diferentes zonas y las condiciones. Lo trataremos y discutiremos con
los agentes implicados con el máximo de participación. No será
sencillo pero seguro que vamos a avanzar.
En
cuanto al tema de los niveles del lago de la Albufera, en los últimos
días, nuestra dirección general de Medio Natural había autorizado
a la Junta de Desagüe del uso de las bombas para bajar el volumen de
agua. La gestión de los niveles es cosa de la Junta y, desde
Conselleria, sólo hacemos el seguimiento y control. El acuerdo al
que se llegó hace unos meses marcaba que el nivel en esta época del
año tenía que estar, como mínimo, a 10 centímetros y, según los
datos, en algunos momentos y en algunos puntos, estaba bastante por
encima. Por ello, se autorizó el uso de las bombas.
Ante
esta situación, y aprovechando que la agenda de agosto la tengo un
poco más libre, ayer decidí visitar la zona para verla en persona
y, durante la reunión que mantuve por la mañana con la Comunidad de
Regantes de Sueca, se ofrecieron a acompañarnos. Vino también con
nosotros, Emilio Sanz, el «sequier major» y algunos de sus
colaboradores. A mí me acompañaron, el asesor de Asuntos Generales,
Enrique Pastor; el jefe de servicio de Parques, Jose Antonio
Hernández, e Isaac Blasco, técnico del Parque Natural.
Hicimos
un recorrido por diferentes zonas de la parte más baja de la
Albufera y, ciertamente hay algunas acequias en las que el agua está
muy alta.
Las razones pueden ser diversas más allá de la gestión
realizada desde la Junta. Los recientes temporales de Levante tienen
tienen mucho que ver con la dificultad de salida del agua. En todo
caso, en los próximos días tocará revisar y seguir los niveles del
lago e ir adecuándolos a las necesidades de los cultivos sin poner en
peligro el estado medioambiental de la Albufera. El acuerdo de hace
unos meses sobre la gestión por parte de la Junta de Desagüe a
partir del mandato de la Fiscalía llegó después de muchos años
sin ningún control externo a los usuarios y, por tanto, habrá que
ir perfilándolo para convertirlo en el mejor acuerdo posible.
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