Han
tenido que pasar muchos años para que una iniciativa ejemplar en la
gestión de los residuos inicie su andadura, me refiero al “Plan de
Minimización de la Vall d'Albaida”. Se trata de la decisión de
una comarca, de su gente y de buena parte de sus instituciones,
encaminada a una gestión de los residuos en su propio ámbito.
Huyendo de macro-instalaciones, de mastodónticas infraestructuras de
recogida y tratamiento, pegados al terreno, con selección en origen
y sin oscurantismos ni mafias.
Ayer,
en los locales de la Mancomunidad de Municipios de la Vall d'Albaida,
estuve presente en el acto de la firma de un Convenio de Colaboración
entre esa entidad y el Consorcio de Residuos de la zona, el
denominado Valencia-5, para impulsar el mencionado “Plan de
Minimización”. Ayer fue tan sólo el disparo de salida. Todo el
mundo ha puesto de su parte pero hubiera sido imposible sin la
implicación directa de nuestra Conselleria. En tiempos del PP, el
Gobierno de la Generalitat fue el mayor obstáculo para el Plan y,
finalmente, lo hizo encallar. Ayer comenzaba un tiempo nuevo. Cuando
todo esté en marcha, la Vall d'Albaida podrá asumir su propia
política de residuos basada en una gestión particular con las
instalaciones necesarias a su medida.
En
el acto de la firma, que protagonizaron el presidente del Consorcio,
Roger Cerdà, alcalde de Xàtiva, y el presidente de la Mancomunitat,
Vicent Gomar, alcalde de la Pobla del Duc, también participó el
presidente de la Diputación de Valencia y alcalde de Ontinyent,
Jorge Rodríguez. Nos acompañaron un buen número de alcaldes de la
comarca y también muchos concejales. Con los de Compromís también
me hice la foto.
Con ellos está una de los máximos responsables de
que el “Plan de Minimización” se haya mantenido en pie a pesar
de las pegas y los obstáculos impuestos por el PP, hablo de mi
compañero de VerdsEquo del País Valencià y concejal de Compromís
por Ontinyent, Fran Quesada.
En
Ontinyent me pasé buena parte de la mañana, pero antes ya había
hecho otras dos cosas. La primera, una reunión con el presidente de
la Diputación de Castellón, Javier Moliner, y un grupo de sus
colaboradores para hablar de ciclismo. En concreto, estudiamos la
posibilidad de que una etapa de la próxima “Vuelta a España”
acabe en la cima del Desert de les Palmes en Benicàssim, en las
antenas del Bartolo. La Diputación tiene la petición por parte de
la organización de la carrera y se trata de averigüar si las
características y las normas del Parque Natural permiten esa
actividad. En principio, nuestra predisposición es buena y en quince
días nuestros técnicos y los de la organización visitarán la zona
para ver qué posibilidades hay y a qué condiciones deberá
ajustarse la toda la logística.
La
segunda cosa que me tocó hacer antes de irme hacia Ontinyent fue
revisar los argumentos que explicaban que el proyecto de “Puerto
Mediterráneo” no haya pasado la evaluación de impacto ambiental
ya que un periódico defendía en su edición de ayer que no les
habíamos dado tiempo a presentar determinados informes favorables.
Tiene poco sentido. Se habla de un informe de la Confederación
Hidrográfica del Júcar que no detecta peligro de inundabilidad en
el desvío que proponen los promotores del barranco De'n Dolça. El
pequeño detalle es que es precisamente la ubicación del desvío la
que, al afectar a la franja de protección de la carretera, no se
podía aceptar. Así que, si el barranco no puede ir por donde se
proponía parece evidente que el informe de inundabilidad no tenía
sentido alguno.
De
vuelta de Ontinyent paramosen Guadassuar. Con el director general de
Calidad Ambiental, Joan Piquer, y el asesor de la Secretaria, Enrique
Pastor, visitamos la nueva planta de residuos de la localidad, que
está pegada a la vieja, y que está en fase de pruebas. Es un buen
ejemplo de hasta qué punto las plantas modernas no tienen nada que
ver con las antiguas instalaciones. La nueva de Guadassuar tiene
tecnología de última generación, garantiza muy buenos resultados
y, además, está hecha para poder ser visitada, con grandes
pasarelas acristaladas para entender mejor todo el proceso. El
recorrido lo hicimos con el alcalde Salvador Montañana y quedamos en
hacer una visita más tranquila cuando la planta esté en
funcionamiento, que será en breve.
Ya
por la tarde, hasta muy tarde, tuvimos una reunión del equipo que
está trabajando en el proyecto de la nueva gestión de envases.
Hicimos un balance de las últimas reuniones, de las últimas
críticas que hemos recibido desde poderosos sectores económicos
afirmando que hundiremos la economía, y planificamos los próximos
pasos a dar.
A
última hora del día me fui al Espai Rambleta de Valencia a escuchar
al escritor Martín Caparrós hablar de su libro “El Hambre”. Se
trata de una obra imprescindible para entender las injusticias del
mundo contemporáneo, sus desigualdades y el poco interés de las
clases dominantes por resolverlas o, como mínimo, reducirlas. El
hambre severa que padecen centenares y centenares de millones de
personas por todo el planeta es el mayor de los problemas que tenemos
fácilmente solucionable. Caparrós deijo que era una cuestión más
sencilla que, por ejemplo, el cambio climático. Yo creo que ambas
cuestiones forman parte de ese nuevo modelo de sociedad que toca. Una
política que piense en el Cambio Climático ha de optar a la fuerza
por alejarse del crecimiento desbocado que depreda el tercer mundo,
lo que sería una garantía de reducción de las desigualdades a
escala planetaria y, por tanto, de reducción también del hambre que
provocan los ricos y asesina a millones de pobres.
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