Solo las movilizaciones ciudadanas pueden obligar a los gobernantes a tomar, de verdad, medidas reales contra el Cambio Climático. (Foto: AP)
Llevo todo el fin de semana repitiéndomelo: igual no he entendido bien el documento final de la COP21 pero a mí me suena a fraude. Cuanto más me lo miro, peor me parece. Y cuanto más oigo a los poderosos (o a sus voceros defenderlo sin base alguna como si de una nueva religión de usar y tirar se tratara) más me convenzo de que es un fraude.
Ya sé que los grandes líderes mundiales dicen que es un "acuerdo histórico", lo que pasa es que con sus trajes a medida, sus séquitos, sus coches oficiales y sus hoteles a mil euros la noche, con toda sinceridad, estos profesionales de los "hechos históricos" no me merecen ninguna credibilidad. Y si, encima, los datos les quitan la razón, pues todavía menos.
Se habla de acuerdo vinculante pero, en realidad, no hay nada obligatorio, ni ningún tipo de sanción para quien pueda incumplir los compromisos que se formulan. Curiosa manera de hacer vinculantes los acuerdos, ¿no?
Vale, acepto que ya hay, al menos formalmente, unanimidad internacional sobre la realidad del cambio climático y sobre la necesidad de reducir las emisiones para detenerlo. Muy bien. Si tenemos que celebrar eso, celebremos pero reconozcamos a la vez que eso ya estaba decidido antes de empezar la COP21 y que, por tanto, si ese es el botín, no hacía falta tanta reunión.
Yo tengo la sensación de que los acuerdos estaban más que negociados antes de empezar la cumbre. No me puedo creer que las grandes empresas, que los grandes intereses multinacionales vivan con el ¡ay! en el cuerpo de lo que pueda salir de dos semana de reuniones impredecibles. No me lo creo. Ni de lejos.
El gran éxito es haber acordado que se pone en dos grados el límite al aumento de la temperatura media del planeta. Muy bien, de acuerdo pero ¿cómo se piensa hacer? Sin descarbonización, ni neutralidad climática, que son dos términos que se han caído del acuerdo, ¿cómo se piensa hacer? La respuesta es con fe y paciencia. Se habla solo de llegar al límite de las emisiones "lo antes posible" y de ir reduciendo a partir de mediados de siglo. Lo que no dicen es que si no hay descenso ya de las emisiones en 2050 ya estaremos por encima de los mencionados 2 grados. Los números no cuadran.
Si la realidad, como reconocen todos los científicos, es que para llegar a lo que se ha comprometido se debería estar en emisiones cero antes de 2050 y el texto fija esa fecha (en el mejor de los casos) para empezar a reducir, ¿de qué estamos hablando? ¿A quién quieren engañar? ¿Cómo pueden ser tan irresponsables?
Sin descarbonización, ni neutralidad climática, presentan como gran receta la compensación entre emisión de gases de efecto invernadero y la absorción o captura de C02. Sí, claro, las plantas y los bosques serán los compensadores y, además, se confía en los avances tecnológicos. Qué casualidad que sean las mismas empresas petroleras las que estén investigando en este terreno y apuesten por almacenar CO2 en grandes bolsas subterráneas. Negocio sobre negocio. Igual que es muy interesante recordar que casi una cuarta parte de los patrocinadores de la COP21 eran grandes corporaciones con intereses directos en explotaciones energéticas altamente contaminantes.
En mi artículo del mismo sábado del cierre de la COP21 ya apuntaba otras consideraciones que me hacen desconfiar absolutamente de lo acordado en París: las ayudas a los países mensos desarrollados son ridículas (se habla de 100.000 millones cuando las subvenciones anuales a los combustibles fósiles superan los 500.000), no se reconoce la deuda climática de los países ricos, se cae del articulado toda referencia a los derechos humanos, no habrá recogida externa de datos para examinar el comportamiento de cada estado, la aviación y la navegación (grandes contaminantes) quedan fueran del control de emisiones...
En definitiva, que pese a todo lo dicho estoy dispuesto a aceptar que la COP21 de París ha sido el inicio del camino hacia el verdadero combate contra el cambio climático pero su avance ha sido tan pequeño que vuelvo a decir que me parece un fraude. El camino no había mas remedio que iniciarlo pero la forma de hacerlo pretende ralentizarlo. Es como si sabiendo que la carrera es de 100 kilómetros, y que no hay tiempo que perder, hubiéramos recorrido 100 metros y todos estuviéramos celebrándolo. No hay nada que celebrar.
Toca seguir insistiendo. Presionando desde la sociedad civil. Votando por opciones electorales que defiendan políticas verdaderamente comprometidas contra el cambio climático. Y no nos engañemos, no hay freno al cambio climático sin cambio de modelo económico, sin cambio de modelo de vida, sin cambio de sistema. La clave está ahí. Así pues, imaginar que de la mano de los que han dirigido esta COP21 podemos llegar a todo esto es muy ingenuo. Deberemos pasar por encima de ellos. Nos jugamos el futuro.