Juan Carlos Monedero, el pasado viernes, durante la rueda de prensa en la que explicó su situación tributaria. (Foto: EFE)
Hoy, mientras el Partido Popular y el PSOE
perpetran en el Congreso su enésimo debate del estado de la Nación, con la
vista inexplicablemente puesta en quien lo gane y quien lo pierda (cuando está
claro que siempre pierden los mismos, los ciudadanos de a pie) yo quiero hablar
de los ausentes, de Podemos. Más concretamente, de quien estos últimos días ha
hecho de su ausencia el centro de la política nacional, con lo que ello implica
de sinrazón, de Juan Carlos Monedero.
Voy a empezar por las conclusiones:
1. Que el PP y el PSOE, con la ristra de pufos de corrupción que arrastran,
tengan la poca vergüenza de poner el foco en Monedero es prueba evidente de que
van a la deriva, de que no entienden nada de lo que está pasando. Que se le
exijan explicaciones a Monedero desde un PP rodeado por jueces y policías y con
un presidente del Gobierno acusado de cobrar en negro de dinero procedente de
la corrupción resulta ridículo. Igual que lo es que el PSOE acuse cuando tiene,
sin ir más lejos, a los dos últimos presidentes de su gran cortijo, Andalucía,
imputados por corruptos. Llevamos años y años asistiendo a como los gobiernos
eluden mostrar determinados contratos alegando clausulas de confidencialidad y
ahora resulta que, los mismos que esconden lo que firman desde las
instituciones, quieren ver contratos entre privados. Hay que tener mucha cara.
2. El papel de los grandes medios de comunicación, colocando a Monedero en la
diana, mientras contemporizan con los grandes pufos de PP y PSOE (cada cual
pone sordina a los desmanes de su secta) supone no respetar el derecho
constitucional de los ciudadanos a recibir información libre y veraz. La
información ha de presentarse de forma proporcionada y no hay que mentir. Lo
deberían recordar desde el ABC a El País… Su obsesión con Podemos les delata
como perros guardianes de un sistema que hace aguas por todos lados, vamos,
como ellos a nivel empresarial.
3. Dimitir, lo que se dice dimitir, Juan Carlos Monedero no puede dimitir puesto que no desempeña ningún cargo susceptible
de abandonar. Lo que sí debería dar es un
paso atrás y dejar de ser una de las caras visibles, uno de los referentes
públicos, de Podemos. No porque se lo pidan el PP y el PSOE sino por propia
coherencia y porque el nivel de exigencia que Podemos ha de aplicarse no debe
usar a los viejos partidos como referente.
La nueva política que Podemos representa ha
de estar en las antípodas de aferrarse a los puestos y, además, el mismo
Monedero (por cierto, recordando un poco las maneras de Alfonso Guerra) se ha
definido siempre más como un hombre de reflexión que de acción, así que su
desaparición del frente no parece tampoco un sacrificio excesivo. Nadie, ni
nada le priva de seguir en los fogones del partido, ni de reaparecer más
adelante.
Mi tesis es que, más allá de que sus
explicaciones sean verosímiles o no, de lo cuantioso de su sueldo, de su
cualificación específica para el trabajo concreto, más allá, en definitiva, de
que sean verdad o presenten algunas dudas sus justificaciones, cuando uno se
mete en política hay algunas exigencias extra que se deben respetar.
En este sentido, se pueden entender que su
trabajo para el Banco del Alba pueda ser considerado confidencial pero ahora
Monedero ya no es un consultor más, es un líder político, y debe poder disipar
cualquier sombra que sus tareas de consultoría proyecten sobre su figura.
Así las cosas, o convence a sus clientes
sobre la necesidad de hacer público su trabajo (con las reservas que se quiera,
siempre que sean razonables) o el consultor se antepone al político y, por
tanto, éste debe dar un paso atrás. Sabemos de las puertas giratorias de Felipe
González, de Aznar, de Solbes; de los dineros “marcopolo” de las familias Pujol
o Más; de como se pasa de asesor fiscal a ministro de Hacienda tipo Montoro, o
de fabricar bombas racimo a ministro de Defensa talla Morenés… Hay mil
variantes y a todas se les puede buscar justificación que aplaudan los de la
propia trinchera, siempre tan predispuestos a entender, pero se supone que
Podemos no transita este tipo de caminos tan trillados.
Eso sí, yo le agradezco a Monedero que su
“caso” haya servido para sacar a la luz, otra vez, el debate entre lo ético y
lo legal. Desde el gobierno, desde el PSOE y
desde sus respectivos voceros mediáticos se ha repetido hasta la saciedad
que Monedero se ahorró la mitad de los impuestos que debería haber pagado como
“persona física” creando una empresa que le permite tributar mucho menos.
Aseguran que tal comportamiento será legal pero no es ético. Pues bien, yo pregunto:
¿por qué las leyes permiten comportamiento no éticos pudiéndolos evitar?
Prohíbanse las falsas empresas tapadera. Es sencillo. Si pagar como empresa lo
que se debería pagar como persona física se entiende como una trampa, ¿cómo es
posible que la ley lo permita? Si está mal, si detrae dinero al erario público,
si es trampa, no lo permitamos, legislemos al respecto, ¿por qué no lo han
hecho PP y PSOE? Pues que lo hagan y, ya puestos, después de tanto enfocar a
Monedero, que abran el foco a ver cuantas “personalidades” más usan esa misma
argucia.