Los líderes políticos no desfilaron "junto" a la gente sino "aislados" y rodeados de guardaespaldas. Esta fotografía del periódico Le Monde es prácticamente la única donde se aprecie que los gobernantes mundiales estaban separados del resto de manifestantes. La inmensa mayoría de imágenes que se han visto en los grandes medios están hechas desde la calle y no se aprecia el detalle de la distancia entre grupos. (Foto:Le Monde)
Lo siento mucho pero si ellos “son Charlie” que lo sean, pero, entonces,
yo dejo de serlo. Viendo ese ejército de hipócritas poderosos que el domingo se
hicieron un miserable selfie en el centro de París, blindados de la gente y
enarbolando la bandera la bandera de la libertad que cotidianamente machacan,
yo, desde la más sincera solidaridad con los asesinados de la revista Charlie
Hebdo, me borro del cartel. Yo no puedo ser lo mismo que esos amos del universo
que pretenden disfrazarse de víctimas cuando son, sin lugar a dudas, parte de
los verdugos.
Lo primero es que las manifestaciones son para la gente de la calle. Las concentraciones de gobernantes con sus mejores galas, cogidos de los brazos como quien forma una barricada, son una burla a las luchas de la gente de abajo contra los abusos del poder. Medio centenar de dirigentes rodeados de guardaespaldas armados hasta los dientes, mirando a derecha e izquierda no sea que a algún ciudadano normal se le ocurra acercarse a sus propios representantes, son una tomadura de pelo. Si no pueden mezclarse con la gente, ¿qué hacen en la calle? Y no pueden mezclarse con la gente porque todos sabemos que ellos son los verdaderos responsables de este mundo injusto que, precisamente por injusto, no podemos esperar que sea seguro. No lo es para los parias de la tierra que mueren como ratas en los países pobres de hambre, bombardeados, en las fronteras o de enfermedades de fácil curación y, de vez en cuando, tampoco para los privilegiados occidentales que nos creemos a salvo sin estarlo.
¿Qué solidaridad con la libertad de expresión
expresaban los gobernantes concentrados en París? ¿Qué solidaridad con la
muerte de inocentes? ¿Realmente nos toman por imbéciles? Lo ha dicho un
veterano dibujante de Charlie Hebdo, Bernard Holltrop 'Willen', “los nuevos
amigos me hacen vomitar”. A mi, también.
En el listado de manifestantes encorbatados
había, además de pocas mujeres que algún medio incluso borró, dictadores, líderes xenófobos, gobernantes que lo son gracias al apoyo de
partidos racistas, cazadores de emigrantes, primeros ministros que protegen
bancos y dejan morir de hambre personas, dirigentes que han aceptados golpes
de estado tecnocráticos, gente que gobierna con partidos neonazis, presidentes
que encarcelan periodistas, que los persiguen, que los silencian, que los
amenazan, que legislan contra ellos, que los expulsan del país; mandamases que solo multan por blasfemar, que han cerrado twitter y facebook en sus países...
Estaba el ministro ruso Serguei Lavrov en representación de un totalitario del
nivel de Putin; estaba el fiscal general de los Estados Unidos, un país que
cuenta por millones los civiles que ha matado en nombre de guerras organizadas
para defender sus intereses económicos; estaba Benjamin Netayahu, el primer
ministro israelí especialista en masacrar palestinos...
Parece una broma si no fuera porque sabemos
que este tipo de gente, y los grandes intereses económicos que representan, no se andan con chiquitas. No, no es una broma. El
atentado de París es la gran excusa para darle otra vuelta de tuerca al expolio del tercer mundo y al recorte
de libertades en el mundo occidental. El peligro islamista es el gran reclamo
para poder seguir depredando y, a la vez, para endurecer la
presión policial entre nosotros. Una presión que no busca evitar nuevos
atentados yihadistas, que son imposible prevenir, sino blindar nuestro
“paraiso”, criminalizar a los diferentes y silenciar y dispersar la resistencia
organizada que está germinando en el mundo occidental contra un modelo
económico injusto e insostenible.
Para eso han salido los de la corbata a la
calle codo con codo, para que a los demás nos cueste cada vez más salir a la
calle. La “ley mordaza “ de Rajoy no es ninguna ocurrencia. El plan está muy
pensado. Lo llaman “medidas excepcionales”. Francia y Estados Unidos ya las han
anunciado y, claro, con el terremoto del atentado de la revista Charlie Hebdo a nadie le parece extraño. Hablan abiertamente de sacar el ejército a la calle,
como si eso fuese normal. Lo hacen por nuestro bien. El “sistema” vela por
nosotros. En España, hasta el PSOE asegura comprender “los recortes en las
libertades siempre que sean proporcionados...”. Después del atentado hubo una
reunión de ministros del Interior europeos y, en perfecta coordinación con sus
homólogos de Canadá y Estados Unidos, acordaron “reforzar la cooperación
internacional contra el terrorismo”. Traducido: control indiscriminado de las
redes sociales, cierre hermético de fronteras, más policía, apelar al ejército si es preciso y mayores limitaciones para las
protestas en la calle. O sea, menos democracia para salvar la democracia.
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