
España es el país más desigual de la eurozona y, además, el país donde más está creciendo la desigualdad. Es decir, los peores y empeorando más que nadie. (Foto: EFE)
Estoy absolutamente a favor de que los catalanes puedan celebrar un referéndum de autodeterminación, me parece que deberíamos aprovechar los últimos tiempos en activo del Rey Juan Carlos para ir poniéndole fecha a una consulta sobre monarquía o república, defiendo la necesidad de limitar los mandatos de los políticos, me parecen indispensables los medios de comunicación públicos y soy partidario de una reforma electoral que apueste por la proporcionalidad y, de paso, nos ayude a acabar con el desvergonzado bipartidismo reinante. Además quisiera ver menos militares y más médicos, menos policías y más maestros, a los corruptos pudriéndose en la cárcel, el final de las corridas de toros y la demolición de centenares y centenares de edificaciones que destruyen nuestras costas... pero por encima de todo eso quiero que los políticos busquen la manera de revertir el injusto reparto de la riqueza que hace que cada vez sea mayor la brecha entre ricos y pobres. Polemizamos, sin casi avanzar, sobre multitud de cuestiones que, por importantes que sean, son secundarias respecto a la necesidad de que todo el mundo pueda vivir dignamente. Ese es el campo en el que hay que invertir el máximo de esfuerzos. No será fácil pero es la máxima prioridad. Resumidamente se trata de meter la mano en el bolsillo de los más ricos y llevar su dinero a los más necesitados. Solo así habrá una sociedad más justa en la que, entonces sí, ya tendrá todo el sentido discutir, como si se acabara el mundo, del derecho a la autodeterminación o de la lucha por la III República. ¿Vale de algo una Catalunya independiente o una España republicana donde las oligarquías financieras sigan repartiéndose el pastel como hasta ahora? A mi, en todo caso, no me vale.
Me avergüenza que continúe en pie el hotel de El Algarrobico, que el ayuntamiento de Madrid se empeñe en tener sus Juegos, que no haya forma de evitar el maltrato de los animales en las fiestas populares, que Rajoy pueda mentir sin que pase nada pero, antes que todo esto, no entiendo cómo hay cada vez más gente rebuscando en los contenedores, más familias sin casa, más niños con dificultades para comer, para comprarse libros o para ir al médico, y todo sin que se tomen medidas para evitarlo, ni se hagan propuestas concretas al respecto.
¿Dónde está el valor de la PAH, Ada Colau y compañía? Simplemente en que se ocupan de lo fundamental, del derecho a la vida digna de las personas, sea esa vida en una Catalunya independiente o no, en una España monárquica o republicana. No estoy llamando a la revolución. Con la simple aplicación efectiva del artículo 128 de la vigente Constitución española sería suficiente: "Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general".
Cuando la izquierda, o la presunta izquierda, se cuestiona su falta de discurso, sus dificultades para llegar a la gente o los (pese a todo) buenos resultados de la derecha, haría bien en plantearse qué propone a la ciudadanía para garantizarle una casa, un plato en la mesa, un colegio para sus hijos o un hospital en condiciones cuando vengan mal dadas. Se deben garantizar estos derechos y, por ejemplo también, un trabajo digno, la defensa ante los abusos de poder, la posibilidad de comprarse libros, ropa, ese regalo que tanta ilusión le hace al hijo... de eso se trata. No es complicado, es una simple cuestión de reparto de rentas y, por supuesto, de tener la valentía suficiente para enfrentarse al poder económico y decirle que seguirá teniendo más pero que se le ha acabado eso de tenerlo todo.
Existen decenas de informes que ponen de manifiesto lo que cada uno de nosotros ya ve cuando se asoma a la calle. No hay excusa para disimulos o despistes. La exclusión social crece (Informe de Cáritas 2013), los directivos las grandes empresas cobran noventa veces lo que cobra un trabajador medio de la misma empresa (artículo FUHEM Ecosocial) y los más ricos ganan hasta con la crisis (Informe Fundación 1 de mayo, 2013).
Es preciso, imprescindible, apostar por la equidad social pero no de una forma retórica sino concreta. Hay que decir como se conseguirá que nadie pueda tener cien veces lo que otro; que nadie pueda tirar de avión privado para sus caprichos mientras haya quien rebusca en los contenedores. Legislar. Se trata de legislar, no hay otro camino. Repartir los tiempos de trabajo, evitar la desproporción en sueldos, redistribuir las rentas, utilizar, de verdad, los impuestos como forma de equilibrar la sociedad y evitar la fractura social. Hacer pedagogía de la justicia para no tener que apostar por la caridad como en los tiempos de las "damas postulantes". El dinero que va a las escuelas privadas que vaya a las públicas; el que va a los hospitales privados, que vaya a los públicos; lo que se da a la iglesia, para dependencia; las ayudas a los bancos, a programas de inserción laboral pagados... y así hasta el día que el mundo en lugar de dividirse entre ricos y pobres se divida entre ricos y no ricos. No apelo a la sociedad sin clases, solo reclamo una sociedad sin pobres.