Los tribunales franceses acaban de sentenciar contra el Estado por su inacción contra la crisis climática. En dos meses se verá si se imponen medidas concretas contra esa inacción. Es una buena noticia. Una señal más de la concienciación sobre la emergencia climática. No es el primer caso. En Holanda ya hubo otra sentencia similar que acusaba a los gobernantes de vulnerar los derechos fundamentales de las personas.
El bloc de Julià Álvaro
"Ni oraciones, ni bostezos"
viernes, 5 de febrero de 2021
EL CAMBIO CLIMÁTICO ES UN CRIMEN CONTRA LA HUMANIDAD
Los tribunales franceses acaban de sentenciar contra el Estado por su inacción contra la crisis climática. En dos meses se verá si se imponen medidas concretas contra esa inacción. Es una buena noticia. Una señal más de la concienciación sobre la emergencia climática. No es el primer caso. En Holanda ya hubo otra sentencia similar que acusaba a los gobernantes de vulnerar los derechos fundamentales de las personas.
martes, 12 de enero de 2021
LA ESPAÑA PAPISTA DEL OLIGOPOLIO ELÉCTRICO
lunes, 14 de diciembre de 2020
COCA-COLA, DANONE Y MERCADONA SIGUEN USANDO ECOEMBES PARA MENTIR Y CONTAMINAR
No voy a descubrir ahora que el conflicto social entre los de arriba, ese 1% de la población que lo tiene todo y que detenta el poder casi al margen de quien gobierna, y los de abajo, el 99% restante, es muy desigual. Lo sabemos. Capitalismo y democracia funcionan con lógicas enfrentadas y eso explica lo antes descrito: gobierna quien decide la mayoría en base a elecciones democráticas pero el poder, el de verdad, reside en unas élites económicas que dominan las grandes corporaciones financieras y empresariales y que no se someten a las urnas.
Dicho todo esto, y aceptado que las cosas son así, que tenemos que cambiarlas, sí, pero que no va a resultar sencillo, lo que no tenemos porque aguantar es que encima nos tomen el pelo, se rían de nosotros y ofendan nuestra inteligencia.
En las últimas semanas hemos visto una ofensiva de los productores de bebidas, supermercados y envasadores, agrupados en Ecoembes, promocionando un proyecto de recuperación de botellas y latas al que han bautizado como Reciclos y presentan como un Sistema de Devolución y Recompensa (SDR).
Quede claro que los promotores de la cosa son, resumiendo, de Coca-Cola a Danone, de Mercadona a Carrefour, de Procter and Gamble a L’Oreal. Ecoembes no es una ONG ecológica, ni siquiera una entidad que trabaja por la mejora del medio ambiente. Ecoembes es la empresa a través de la cual, las grandes corporaciones antes citadas y centenares más, gestionan su obligación por ley de recuperar los envases que ponen en el mercado. Y, todo sea dicho, lo hacen mal, bastante mal ya que apenas recuperan un tercio de todo lo que comercializan. Es decir, incumplen la ley, con el añadido de que, en este caso, en lugar de pagar ellos su “delito” nos lo cargan al conjunto de la población en forma de contaminación y de coste añadido ya que la recogida de lo que ellos abandonan se hace con dinero público.
El invento Reciclos “made in Ecoembes” se explica porque algo tienen que hacer ante una realidad que ya nadie duda: con el actual sistema de contenedores, la gestión de los residuos de envases no alcanza. Ni cumplimos las normativas europeas ni las vamos a cumplir, estamos llenando nuestros mares de plástico y nuestras calles, nuestras plazas, nuestros montes y nuestras carreteras están a rebosar de latas y botellas.
En medio mundo, desde Suecia a Australia pasando por Estados Unidos, Alemania, Dinamarca, Lituania y decenas de países más, tienen más o menos resuelta esta problemática con el viejo modelo de “devolver el casco”. Se compran las bebidas con un depósito de, pongamos, diez céntimos, que se recupera cuando se retorna el envase vacío. Es lo que se conoce desde hace más de 20 años como Sistema de Depósito, Devolución y Retorno (SDDR).
Pero Ecoembes, es decir, Coca-Cola, Danone, Mercadona y demás, el 1% del inicio del artículo, no quieren SDDR porque para ellos supone más control y menos negocio, porque no están dispuestos a pagar por lo que contaminan y porque quieren seguir siendo juez y parte y ganar dinero a costa de nuestra salud y la del planeta. Y se inventan Reciclos. Y utilizan a los gobiernos autonómicos y municipales como cómplices en la tomadura de pelo en marcha.
Promueven Reciclos, algo que está por testar, quienes califican de temerario un sistema como el SDDR que está funcionando, y muy bien, en multitud de países. Califican de molestia para los usuarios tener que devolver envases a la tienda más cercana y lo que proponen ellos es que nos bajemos una aplicación en nuestro móvil, que fotografiemos con ella los códigos de barras de nuestras bebidas, que busquemos por la ciudad máquinas o contenedores adaptados al sistema, que volvamos a usar la aplicación para capturar sus códigos y que, finalmente, depositemos allí nuestros envases. Y, así, entraremos en sorteos de patines eléctricos, bonos de autobús o cosas similares. Es decir, frente a una cosa sencilla y que funciona; algo tan complicado y que, francamente, cuesta pensar que pueda tener éxito. No imagino a quien tira los envases donde no toca haciendo todo el proceso para obtener un boleto en un sorteo. Encima, puesto que todas las encuestas que se hacen reflejan una gran aceptación del SDDR, al sistema le llaman SDR, entiendo que para confundir un poco más y hacer ver que aquello que a la mayoría les parece bien es lo que ellos proponen.
El otro día participé en una mesa redonda sobre sobre todo esto que acabo de contar aquí y resumí en una breve intervención lo que me parece el proyecto de Reciclos. Los organizadores me han hecho llegar el vídeo que encabeza este escrito y he querido aprovecharlo para explicar un poco más detalladamente mis argumentos. Espero haberme hecho entender.
lunes, 19 de octubre de 2020
IBERDROLA Y LA LEY DEL EMBUDO
miércoles, 9 de septiembre de 2020
PIRÓMANOS BANCARIOS AL MANDO DE LA EXTINCIÓN DEL INCENDIO ECONÓMICO
La, según parece, imparable fusión entre CaixaBank y Bankia es como si, en plena pandemia del COVID, el gobierno nos sorprendiera dando luz verde al despido de nuestro personal sanitario aludiendo a estrategias económicas de altos vuelos. En estos tiempos de emergencia climática, de urgente necesidad de ir hacia un modelo económico menos contaminante y depredador y en plena fase de desmoronamiento por las consecuencias económicas de una crisis sanitaria, permitir mayor concentración bancaria y la desaparición de la poca banca pública que tenemos en vez de reforzarla, es lo mismo que acabar con el cuerpo de bomberos en plena ola de incendios.
El tránsito hacia un tejido industrial con menos emisiones, la superación del mito del crecimiento consumista, la ayuda a las pequeñas y medianas empresas en este proceso, la reorientación de las prioridades en temas de rehabilitación de viviendas y de cambios en la movilidad, la compensaciones que exige una transición ecológica socialmente justa y equlibrada en lo territorial o la transformación del modelo energético no puede hacer se a la velocidad que necesitamos sin un impulso de la banca pública.
No tenemos que inventar nada. Lo reclama hasta el Banco Mundial. Está sucediendo en los países europeos de referencia. En estos tiempos convulsos nadie renuncia a las herramientas públicas en el sector bancario. Alemania, Italia, Francia, los países del norte del continente… Los bancos más solventes según todos los test son, oh, casualidad, los públicos. En Alemania, repartidos por landers, son básicos en las inversiones más sostenibles; en Holanda, el BNG, exactamente igual. Hasta en Estados Unidos, Dakota del Norte está esquivando los graves desajustes económicos de este país, gracias a su banca pública absolutamente excepcional.
La banca pública es un factor de estabilidad. Resulta ridículo escuchar al presidente Sánchez o a sus portavoces apelar a al existencia del ICO para tranquilizarnos respecto de la fusión de Bankia (en realidad, absorción) con CaixaBank. El ICO no llega ni al 10% de lo que representa la banca pública en la mayoría de países de nuestro entorno.
Para entendernos: la banca pública es una garantía de competitvidad, de la competitividad buena y justa en tiempos de brutal concentración del sector financiero y sirve al interés general en lugar de buscar el beneficio rápido y a costa de lo que sea. Resulta sorprendente que en tiempos de emergencia climática, en realidad, le deberíamos llamar emergencia social, un gobierno progresista considere adecuada una mayor privatización bancaria. No voy a reclamar la nacionalización del sector pero que un gobierno como el de Pedro Sánchez se planteara la consideración de toda la banca como un servicio público esencial parece lo mínimo. Pues no, todo lo contrario. Y claro, de sus deudas pendientes, “ya tal… “ que diría Rajoy.
Acabo con una vuelta a la defensa del interés general para reclamar la existencia de una banca pública potente que pueda ejercer de impulsora de la transformación ecológica de nuestra economía. Más allá de la miopía caníbal del capitalismo depredador, acelerar la transición ecológica es una responsabilidad en beneficio de las futuras generaciones, esas que hoy no están aquí, o todavía no tienen sitio en las altas esferas de poder. También en el ámbito de la economía. Cuánto más ignoremos los peligros ambientales mayores serán las catástrofes que se producirán y, por tanto, también serán mayores las pérdidas económicas, la desestabilización los desastres financieros. Por el contrario, cuanto más decididamente dirijamos dinero a inversiones “ecológicas” más posible será una prosperidad compartida. Tenemos que elegir, también esos buitres de consejo de administración acostumbrados a mandar sin pasar por las urnas, desde Primo de Rivera a nuestros días, entre una transición verde suave o traumática. Entre crecer y crecer hasta llegar al abismo y seguir creciendo para caer en él o repensar nuestro modelo de consumo. O movilizamos ya los recursos financieros hacia la descarbonización o tenemos los días contados. O lo impulsamos desde lo público o no llegamos a tiempo.O lo hace este gobierno o estamos perdidos. O recuperamos la banca pública o nada. En pleno incendio dejar las tareas de extinción en manos delos pirómanos es poco tranquilizador.